LUZ Y OSCURIDAD

Sentía que el corazón se me salía del pecho. No podía ser Él, el Nigromante, no por favor. Mi primera incursión en el mundo como guerrera y me encontraba cara a cara con el mal personificado.
Por mucho que lo odiara, por mucho que deseara su muerte, en esos momentos podía aplastarme como a un insecto, podía volver a llenarme de ese frío intenso, arrancarme la vida sin tocarme siquiera y yo no podría hacer nada. Maldito.

Tan sólo podía quedarme quieta, petrificada, observando como la mayoría del ejército, formado por jóvenes no mucho mayores que nosotros, se dispersaba en pocos segundos. Entonces se abrió delante de mi un pasillo libre de obstáculos para mirar directamente la cara de la muerte. A escasa distancia de mi posición, le vi. Mis sospechas se confirmaban. Como si mi mirada fuese una llamada en sus oídos, ese ser, ese Nigromante me miró directamente a los ojos haciendo que mi alma se congelase durante un momento. Oí su voz en mi cabeza: Tú, pequeña, te buscaba.... Y aquella despreciable risotada que estaba grabada a fuego en mi alma.

Durante unos instantes me sentí fuera del tiempo, solos él y yo. Sus ojos, esos pozos sin fondo llenos de crueldad, observándome, analizándome, atravesándome… Tuve que hacer un grandísimo esfuerzo para volver a la realidad. Y lo que a mi me había parecido un abrir y cerrar de ojos, había sido en realidad un lapso de tiempo suficiente para que sus criaturas aniquilaran a los pocos soldados que habían tenido el valor de luchar. Un pensamiento cruzó mi mente como un cubo de agua fría. Esta vez no vendría Itárion a rescatarme. Él estaba muy lejos, librando su propia batalla y tenía que enfrentarme sola a la situación. Pero no estaba preparada. Entonces lo supe, iba a morir allí, en ese instante.

Apenas unos metros nos separaban, el resto del mundo perdió sentido para mí. Sólo pude decirle a mi hermano que huyera, que corriera, que se escondiera y si todo salía mal, que buscara ayuda. Pero no fui lo bastante rápida. Cuando me volví para comprobar que me había entendido, dos esqueletos lo estaban rodeando ya. Entonces ocurrió todo muy rápidamente. Fui en su ayuda tan pronto como pude reaccionar e incluso asesté un par de golpes a una de aquellas alimañas. Pero el otro, atravesó con su pútrida espada el hombro de mi hermano, mi querido hermano causándole una herida profunda... Las cosas se precipitaban. Los esqueletos, mi hermano, la sangre, el horror. Además ya casi podía sentir el pérfido aliento del Nigromante en mi nuca cuando algo ocurrió.

La noche se hizo día, no puedo describirlo de otro modo. La noche se hizo día y un ángel vino en mi auxilio. Un ser hecho de luz, que irradiaba luz, que respiraba luz... un ángel.

El Nigromante maldijo su suerte y, titubeante, enfrentó al ángel. Pero el enfrentamiento duró poco. No imagino el poder del ángel, pero el Nigromante soltó otra de sus despectivas risotadas justo antes de desaparecer entre las sombras llevándose sus criaturas con él. Aún podía oír cómo se reía y decía mi nombre: Pequeña Niyarah, volveré a por lo que es mío.

Poco más recuerdo de los minutos que siguieron a aquel encuentro puesto que quedé inconsciente. Estaba débil y horrorizada y me abandoné a la inconsciencia como si de un bálsamo se tratara. Solo podía pensar en luz, soñar con la luz y sentir una eterna gratitud hacia aquel ser hecho de purísima luz. Algo me decía que en su compañía nada malo me iba a ocurrir y me abandoné al sueño…